Euskal Memoriako blogak

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Reflexiones en torno a la memoria histórica

2017-03-31

Fernando Sánchez Aranaz - Historiador

Sabido es que la historia la escriben los vencedores de los conflictos, pasando ésta así a ser objeto de adoctrinamiento en sus manos. Paralelamente queda como patrimonio, enraizado en la identidad de los pueblos, al margen de las versiones oficiales de lo acontecido, el recuerdo, la vivencia y su transmisión oral. La historiografía oficial, con todo su ropaje academicista, no suele estar a favor de la investigación de la verdad, sino de la consolidación de unas versiones históricas conducentes a mantener el estatus, tanto de quienes ocupan las instituciones que la sustentan, como de quienes las financian. Así nos encontramos con el relato tergiversado de los hechos, cuando no con su negación o con la directa invención de versiones favorables a sus intereses.

Por ejemplo, por citar un caso reciente, se niega la existencia real de Martín Ttipia, tenente de Vitoria durante la conquista castellana del Reino de Navarra en 1199-1200, cuando aparece en 22 ocasiones en la documentación del rey Sancho el Fuerte, en dos de ellas, fechadas en 1198 y 1199, como tenente de Vitoria.

Los vasconavarros hemos pasado por cinco conflictos armados abiertos en los últimos 225 años. Entre 1793 y 1795 tuvo lugar la llamada Guerra de la Convención, contra los invasores republicanos franceses; en 1808 hasta 1813 se luchó para expulsar a los ocupantes napoleónicos; de 1820 a 1823 los llamados realistas se sublevaron contra los liberales que habían llegado al gobierno del Reino de España mediante un golpe de estado; en los periodos de 1833-1839 y 1872-1876 tuvieron lugar las sublevaciones carlistas; por fin en 1936-1939 todo estalló en terrible guerra civil, tras la que vino lo que todos conocemos. En total 25 años de guerra abierta que abarca a nueve generaciones consecutivas de  vasconavarros.

En todos estos conflictos se da un denominador común de defensa de unos usos y costumbres propios, enraizados en el derecho pirenaico y sustanciados en la defensa de la propiedad comunal, el autogobierno a los distintos niveles y el mantenimiento de unos modos de vida propios, que incluía rasgos culturales, lingüísticos y religiosos, lo cual se representaba, acertadamente o no, con la defensa del sistema foral. Todo ello en el contexto del tránsito del antiguo régimen a la modernidad.

Homenaje a Martin Ttipia en Gasteiz. Foto: www.naiz.eus

Es de resaltar cómo en todos esos conflictos los vasconavarros resultamos, en mayor o menor medida, divididos entre los campos de los vencedores y los vencidos. Además, resulta curioso constatar que, después de cada conflicto, hubo personas que se consideraron vencidas, incluso cuando teóricamente hubieran quedado en el bando de los vencedores. Tal fue el caso en 1814 de quienes lucharon contra los invasores napoleónicos, en contra de sus compatriotas “afrancesados”, de los liberales fueristas en 1876 o de los carlistas en 1939. Los vencidos, unos y otros, optaron en todos los casos por una especie de amnesia voluntaria, justificada además por la represión ejercida por los vencedores, dado que los periodos de entreguerras nunca fueron periodos de paz, por mucho que la propaganda oficial quisiera convencer de ello. Así se desarrollaron mecanismos que fueron desde el silencio a la clandestinidad y la rebelión abierta, pasando por el desarrollo de un particular sentido del humor.

Por otra parte, resulta curioso comprobar como los republicanos de 1792, los “afrancesados” de 1808, los liberales de 1820, 1833 y 1872 y los franquistas de 1936, a menudo tienen el mismo apellido.

En estas circunstancias, la función del historiador debe ser la de hacer un relato fidedigno de los hechos acaecidos, teniendo en cuenta las fuentes, pero también esa memoria histórica que subyace bajo la historiografía oficial, con el horizonte de que en algún momento todo ello llegue a coincidir, especialmente para quienes somos contrarios a la esclerotización de la historia y estamos por su constante revisión y permanente dinamización.

Me parece conveniente tener todas estas cosas en cuenta en estos momentos en los que planea sobre nosotros la amenaza del relato único acerca de lo acontecido en el último medio siglo. ●