Euskal Memoriako blogak

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Viaje a Cerdanyola

2016-09-23

Joseba Zabalza - Fotógrafo

Ir al lugar donde mataron a Txiki me produce una gran curiosidad y emoción. De él se ha dicho casi todo. Sabemos cómo murió, la templanza de este muchacho de 21 años frente a la muerte, sus últimas palabras delante de los verdugos. Sin pañuelo en los ojos, atado a un trípode, mirando de frente a esos guardia civiles greñudos del servicio de información que se habían presentado voluntarios para aquella hazaña bélica. Alguno de ellos no contaba con la grandeza del metro cincuenta y cinco de Txiki y no fue capaz de dispararle cuando le oyó tatarear el Eusko Gudariak y el balazo se incrustó en el árbol que estaba detrás. Aquella herida se convirtió en una huella todavía visible que nos recuerda la historia. La cicatriz aun pervive en su familia. Todos tenemos alguna y sabemos que aunque con apariencia de sana, nada queda igual cuando te fracturan el alma. Todas las demás balas fueron a parar a su estómago para causarle más sufrimiento. Aquellas punzadas se convirtieron en el dolor de todo un pueblo y en el símbolo de la lucha por la emancipación nacional y social. Desde aquel 27 de Septiembre de 1975 la fecha quedó señalada como el Gudari Eguna. Hago este viaje con su hermano, Diego Paredes Manotas. Desde Zarautz hasta Cerdanyola hay un largo trecho para poder hablar.

"Yo siempre habló en mi nombre", señala Diego. "No soy el portavoz de la familia. Somos muchos y algunos piensan como yo y otros no. Para mi Txiki representa la grandeza de darlo todo por unos ideales. Yo había hablado de esto con él más de una vez. Era muy consciente de dónde se metía y de qué le podía pasar y creo que durante todo el juicio, esa es mi impresión, sabía que lo iban a condenar a muerte. Montaron una farsa en la que la sentencia estaba redactada desde el comienzo. Mi hermano no fue el que mató a aquel policía en el atraco de Barcelona. Como miembro de ETA seguro que estuvo en alguna otra acción, pero le condenaron por algo que no había hecho".

El día 30 de julio de 1975 Txiki es detenido en Barcelona. Por esas fechas no se podía detener sin mandato judicial por más de 72 horas, pero a Txiki y contra toda legalidad se le retiene cinco días en la Comisaría Central de Barcelona, dónde se le torturó sin piedad y con especial ensañamiento por ser un extremeño militando en una organización independentista vasca. "Según me pude enterar algún tiempo después los policías y guardias civiles de la social le golpearon por todo el cuerpo y le suspendían de un potro con las manos atadas con cables de cobre, aparte de hacerle la bañera y ponerle electrodos. Estos torturadores profesionales solo le daban una hora al día de descanso y luego volvían a torturarle durante 23 horas seguidas turnándose entre ellos. Parece ser que Txiki aguantó tres días y medio sin decir nada, pero al final explotó y con la boca llena de sangre se reconoció como autor de todos los atentados habidos y por haber. En ningún momento de todo ese calvario dio el nombre de ninguno de sus compañeros y parece ser que mientras le pegaban y él se hacía responsable de todo lo que ellos querían, una sonrisa maliciosa hacia aparición en sus labios, algo que a los torturadores no hacía mucha gracia y volvían a ensañarse con él".

"A mi hermano lo mataron por lo que representaba. Un extremeño que con 8 años llegó a Zarautz y que con 18 años estuviese militando en una organización separatista era algo que les ponía enfermos. Lo que creo que no calcularon fue la respuesta que el pueblo iba a dar a su muerte. Le hicieron canciones, poesías y su fotografía se colgó en miles de casas vascas, en las calle y en las plazas."

Diego Paredes Manotas en el descampado situado en las afueras del cementerio de Collserola, situado en el municipio de Cerdanyola de Vallés, Barcelona, donde fusilaron en 1975 a Jon Paredes Manotas Txiki.

 

Cuando hablo del papel de las víctimas, Diego tuerce el gesto. Él tiene muy claro el concepto: "Mi hermano no es una víctima. Era un revolucionario y un independentista vasco. Un soldado al que le tocó morir. Pero para puntualizar la palabra te diré que si quieren hablar de víctimas, que hablen de ellos, de los muertos. Nosotros sólo somos sus familiares."

"No me fio de las asociaciones de víctimas, veo mucha gente que se está lucrando con ello y muchos intereses políticos de por medio. Tampoco creo en la buena voluntad del gobierno vasco, que un día te manda a Jonan Fernández y al otro a la Ertzaintza. En 2009 y 2010 no nos dejaron hacer el homenaje. ¿Y su cacareada ley de Amnistía? ¿Hacer un acto de homenaje a un militante antifranquista es delito? ¿Por qué mi hermano sigue siendo un terrorista mientras algunos de sus ex-compañeros son ciudadanos de bien, con puestos políticos en la Administración? Veo mucha hipocresía. Cada uno debe de llorar a sus muertos y tener mucho respeto por los que han caído en el conflicto y punto. Pero no, no es así. Se sigue persiguiendo a los de siempre. Antes decían que sin ETA se podía hablar de cualquier cosa y la realidad nos dice que eso era una más de sus mentiras."

Dejamos la autopista para entrar en una comarcal llena de curvas. Diego conoce bien la carretera, todos los años visita el lugar al menos una vez. Llegamos al comienzo de una pista de tierra y aparcamos el coche. Hay un terraplén muy alto para cruzar hacía el bosque, pasamos entre los pinos y llegamos a un claro. "Aquí es", me dice. Todavía hay flores en el árbol más grande de todos. "Aquí pusieron a Jon y le dispararon desde allí", señala un poco más arriba. Miro alrededor y rememoro todo lo que he leído y lo que hemos ido hablando por el camino. Este es el lugar. No es especialmente atractivo, no tiene una vistas espectaculares, pero es el lugar donde los verdugos consumaron su venganza contra un pueblo, un trozo de tierra que regó la sangre de Txiki y que marcó el comienzo de una leyenda.

Después de la visita salimos para Barcelona, dormiremos en el piso de Joan, uno de los muchos amigos que Diego ha mantenido a lo largo de todos estos años. Cuando entramos en la ciudad se ven numerosas senyeras colgadas de los balcones. También alguna bandera española. "Están a tope con el procés, a ver si nosotros llegamos algún día a tener el nuestro, aunque con el PNV lo creo imposible". •