Euskal Memoriako blogak

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Italiani brava gente?

2016-06-10

Giovanni Giacopucci - Escritor

La historia nos enseña que el olvido es una parte esencial de la construcción de un Estado nación como lo hemos conocido. Como escribió Ernst Renan «la esencia de una nación está en el hecho de que todos sus individuos comparten un patrimonio común, pero también en el hecho de que todos hayan olvidado muchas cosas». Olvidar sin embargo es también repetir el error primordial, lo que provoca la crisis permanente o sea la falta de reconocimiento de sí mismo y del otro. Lo plantea de forma cruda Samuel P. Huntington, autor del articulo de referencia, ¿El choque de civilizaciones?, al afirmar que «Occidente no ha conquistado el mundo por la superioridad de sus ideas, de sus valores o de su religión, sino a través de la superioridad de la violencia organizada (el poder militar). Los occidentales muchas veces lo olvidan, los no occidentales nunca»

Estas sugerencias nos llevan a interpretar algunos tópicos que construyen identidades imaginarias. Como que el presente de paz se debe a una idiosincrasia natural y no al triunfo de una fuerza armada superior, la que determina la legitimidad y construye el consenso. En Italia, la idea de ser el país de “la brava gente” es un tópico que se ha sustentado sobre mentiras históricas compartidas. La patria ante todo. Italia se define como “república democrática antifascista”, sin embargo esa misma república democrática se había volcado en obstaculizar el juicio por los crímenes de guerra de la época fascista. Y ese patriotismo chovinista se ha plasmado en borrar de la memoria histórica las masacres cometidas contra otros pueblos. 

La Italia fascista, en la guerra colonial contra Etiopía en el periodo 1935-36, utilizó armas químicas a gran escala contra los nativos, como relata minuciosamente en su libro Gas in Etiopia el escritor Simone Belladonna. Ese asunto ha sido silenciado por los Gobiernos democráticos y solo después de la batalla librada por algunos historiadores como Del Boca y Rochat, en el año 1996 (!!!) el Gobierno italiano ha admitido, aún a regañadientes, la utilización de gas mostaza y arsina (cerca de 30 toneladas) contra el ejército y la población civil etíope.

En la otra guerra colonial en Libia (1911-1945), Italia hizo lo mismo que todas las demás potencias coloniales, imponiendo su ley a base de masacres, deportaciones y el desplazamiento forzoso en campos de concentración de la población del Gebel. Se calcula que esa estrategia provocó la muerte de 60.000 personas, pese a la resistencia encabezada por el jefe sanusí, una cofradía sufí, Omar Al Mukhtar, ahorcado por los italianos en 1931. Un film de 1980, El león del desierto, una producción de Hollywood que contó también con financiación del régimen libio de Gadafi, fue censurada en Italia y prohibida su distribución en el país por “ofensa a las fuerzas armadas”. Todavía hoy es una película desaparecida en la filmoteca italiana.

Desde el año 2004, el 10 de febrero en Italia es el “Día del Recuerdo”, celebración para recordar las represalias de la milicia partisana yugoslava contra los italianos que vivían en los territorios disputados históricamente. Sobre todo se recuerdan las fobias, las simas de los Alpes Julianos en donde habían sido hechas desaparecer las víctimas de esa represión. Esa celebración, que ha provocado un enconado debate nacional, contribuye no tanto a recordar un hecho real, sino mas bien a olvidar lo que las tropas italianas hicieron, al igual que en Libia y Etiopía, contra la población civil durante la ocupación nazifascista de Yugoslavia, (1941-45).

El afán de enterrar la memoria de los hechos y el contexto histórico ha llegado a tal extremo que se han utilizado fotos para denunciar la represión yugoslava, que en realidad correspondían al fusilamiento de ciudadanos eslovenos en 1942 por parte de las tropas italianas. También se ha producido la adquisición de un reportaje de la BBC, Fascist Legacy, sobre esos crímenes fascistas, por parte de la RAI, televisión estatal italiana, que nunca ha sido emitido. En los libros de texto de historia de las escuelas italianas esa “historia italiana” es la gran ausente.

Ese afán patriótico, esa omertá sobre el pasado, es la cuestión de fondo para el futuro de nuestras sociedades. La proyección en el otro de todos los males, sigue condicionando la construcción de un mundo más real y menos mítico. Porque «en cada oprimido esta también el opresor». Y eso también es válido en el caso de los pueblos. El negacionismo sigue condicionando el imaginario colectivo y también por eso el pasado se repite con sus tragedias e injusticias. ●