Euskal Memoriako blogak

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Memoria de una agonía

2015-12-25

Joxerra Bustillo Kastrexana - Euskal Memoria

Tenía cincuenta años y unas cuantas detenciones a su espalda cuando en diciembre de 1962 era de nuevo arrestado por la Policía e ingresado en la cárcel de Martutene, tras serle aplicada la Ley de Vagos y Maleantes. Pero Vicente Lertxundi no era un vago, ni tampoco un maleante. Era simplemente un militante anarquista donostiarra, que vivía en el barrio de Gros, y que probablemente soñaba con un mundo mejor que el que le había tocado en suerte. Un mundo oscuro, sanguinolento, dominado por un sistema franquista todopoderoso e infame.

Un 27 de diciembre, en plenas Navidades, hace ahora 53 años, encontraría la muerte Vicente. Según la versión oficial difundida, el preso fue trasladado a la enfermería de la prisión, allí se le diagnosticó una dolencia cardíaca y ese mismo día se le puso en libertad sin mayores diligencias. La versión de sus allegados es bien distinta. Vicente habría sido golpeado salvajemente por los carceleros de la prisión, quienes al verle en tan mal estado, optaron por abandonarle en las afueras de la cárcel, para evitar su posible muerte en la misma, con el consiguiente escándalo. Su cuerpo agonizante fue encontrado por unos vecinos del barrio de Txomin Enea, que lo trasladaron a la Residencia, donde falleció. Sus últimas palabras fueron: “Me han matado, me han matado”.

Ninguna instancia oficial abrió una investigación para aclarar las circunstancias de la muerte de Vicente. Después de los años transcurridos es evidente que será un caso más sin resolver. La versión oficial era el método habitual utilizado por la Dictadura para esconder sus crímenes. Y si alguien se atrevía a poner en duda la versión única, corría peligro de ser a su vez objeto de las atenciones de la Policía, o de los carceleros, que tanto daba.

Pese a tanta oscuridad, a tamaño desgarro emocional, nos queda la memoria. Nuestra humilde  y un tanto silenciosa memoria. El recuerdo envuelto en la neblina de una fotografía desgastada, las letras desleídas de una crónica de sucesos en el amarillento papel del periódico local. Nos queda la potestad de rememorar la agonía de un hombre pleno, el vía crucis que debió sufrir en ese ignominioso penal de Donostia. Y cada vez que alguien contempla esa foto o lee unas breves líneas en su recuerdo, insufla vida al noble corazón libertario de Vicente Lertxundi Mayoz. •